¡Me encantan las chirigotas! esa expresión burlesca del retrato de nuestra sociedad o de una parte de ella. Esa aceptación ansiada de los desatinos de tantos y tantas, que en vez de renegarles de manera legalizada, les ponemos sobre el escenario cuatro trapitos, un exceso de maquillaje, un ritmo pegadizo y una imagen grotesca sobre la que verter nuestras risas y asentir con la cabeza mientras vamos pensando…”¡Eso, eso! ¡Vaya caraduras! ¡Habráse visto desfachatez…!” Y supongo que hasta ellos y ellas se reirán o incluso esperarán impacientes confortables en sus sofás las novedades del año, que lo mismo hacen apuestas entre unos y otros a ver quién se lleva más protagonismo. Pues como ya se sabe, mejor que hablen de uno sea para bien o para mal.
¡Ay, los chirigoteros! Todo el año trabajando para hacer arte de donde en otros lugares sería impensable. ¡Cuánto mérito tienen! Encima de decir lo que piensan, divierten al respetable, se hacen un hueco en este complicado mundo y mantienen una tradición, que parece que esa es de gusto de todos. Ya llegan, ya, preparemos los oídos que la Tacita de Plata ya está preparada.