Cuando abrió los ojos bien y vio el azul del cielo con sus tonalidades brillantes, tan características de la luz que define la costa oeste, se dio cuenta de la diversidad y de lo que suponía por fin hablar o escuchar. Se dio cuenta de que a veces su emoción se le colaba sin ver lo que el otro necesitaba y eso le hacía percibir la carencia, al no recibir lo que el otro era capaz de manifestar u ofertar en ese momento. Pero cuando abrió los ojos, sin más, una mañana en que miró de repente a la izquierda, puedo verlo con tanta claridad que se tranquilizó porque sólo de la aceptación de esa diferencia, puede salir la comprensión a modo de empatía.
