Y en el vivir de mi momento, yo pensé que no podría manejar ese recuerdo, que la nostalgia me invadiría. En un instante, acorde con mi valentía, tu mirada azulada más poderosa que el miedo, se impuso a la mía. Entonces, acariciaste, suave, una ligera brisa marina. Acariciaste mi rostro para traerme la energía, para oler tiempos presentes, hermosos, que anticipan alegría, la fuerza de la vida, el son de los bailes, la luz de estos días renovados. En el fluir de ese momento, se paró la melancolía y al andar por el camino, cicatrizaban las heridas, dejando un bonito recuerdo allá, donde entonces vivía.
Y en el vivir de mi momento, me sentí complacida, contenta, rica por dentro, hasta seducida del color de tu tierra entre mis dedos metida, del olor al tomillo, del sabor a la salina. Se detuvo el tiempo entre grata compañía y sabores auténticos…