agujero

Por un agujerito, Iker miraba el exterior. Todos los días se levantaba con la misma rutina, una rutina que le gustaba porque le aportaba un buen dispositivo económico para vivir. Iker, tenía un trabajo importante, viajaba y se sentía reconocido porque a lo largo de sus 48 años, se lo había labrado. Había tenido dos preciosos hijos, fruto de su relación anterior, que como él, tenían éxito. Labró con ilusión una nueva realidad con una nueva pareja y se emocionó tanto, que creyó que esa vez, sería totalmente diferente. Pero Iker, miraba por un agujerito todos los días y no se había si quiera, preguntado por qué. Tenía ansia de encontrar otra cosa que le hiciera vibrar porque después de muchos años con esa pareja, dejó de emocionarse. Se coló la monotonía en sus vidas y dejó de sentir.

Iker tenía miedo, ya era maduro y no tenía la capacidad de pasar otra vez por lo mismo, por lo que comenzó a mirar por ese agujerito que le proporcionaba unas nuevas sensaciones sin que nadie se enterase y sin compromiso para nadie. Eso le emocionó…y siguió mirando y mirando para conseguir a su medida, tener esa pasión perdida sin peligrar la seguridad lograda en un atisbo crédulo de felicidad.