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Ese  instante de luz tenue, al son lento y cadencioso de la gran bola de fuego, mientras que mágicamente, se crea el mar de plata…Ese momento tan hermoso, tan especial,  puede hacer sentir un rayo fugaz de felicidad, que lejos de provocar tristeza, genera deseo…Deseo de ver un nuevo amanecer y poder tener la fortuna de vivenciarlo. Y si no se puede estar físicamente, ya se habrá grabado en el interior de nuestra mente para que, al cerrar los ojos, evoquemos la secuencia aliviadora de cargas.
Sólo un instante de plenitud, como esa caricia breve de un amor auténtico que tiene que partir, como ese abrazo intenso lleno de cariño y mensaje, como esa mirada cómplice y esa sonrisa espontánea. Breve, como el segundero, pero que en vez de atenazarnos por su fin, nos esperanza con la ilusión de un mañana.