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Entre medias de todo el caos, siento como la pantalla de las imágenes se sobrevienen hacia los más puros adentros. Parálisis externa  confundida con la propia que vengo arrastrando por la inercia de la vida, que parece que no da tregua. Pero entre medias de ese caos, te miro, te encuentro y te siento para preguntarme por qué el Universo me puso ante tu presencia. Minutos y horas en los que no supe reaccionar, en los que te oía y no sabía qué escuchaba, te tocaba y sólo sentía la primera vez que te cogí la mano, ya,  en otro noviembre, en  otro escenario, pero con esa misma sensación inexplicable de suavidad. El reflejo de las sensaciones se hizo cada vez más presente y por fin se ajustó el canal. Sentí la solidez de estar a pesar de eso, de ese caos…

Como si el caos de afuera se colara una vez más  por mis canales más íntimos, me vi de repente, incluso mucho antes de lo esperado, en otra secuencia vital y volvió a suceder la parálisis acompañada del reconocimiento, a modo de lágrimas ingenuas que se deslizan incontrolables. Las horas del día se juntaban con el mundo onírico, donde todos menos tú (mi Angelita) se presentan confusos y surrealistas, agitados y coloridos. Me dejé llevar sin más, como me has enseñado hasta que pude poner titulares a las imágenes: ¡no se puede contaminar la mente cuando el amor con sus buenas acciones han guiado la mayor parte de la existencia temporal de las personas, por mucho que se empeñen, empezando por una misma! Así consigo que  el dolor reconocido, encuentre en su tristeza, la compasión necesitada y ese  abrazo acogedor,  limpio, como el reflejo puro del agua en su deshielo.