A veces nos ataca por sorpresa. Sin darnos cuenta se cierne sobre nosotros. Es posible que algunas ocasiones lo haga a traición; otras, insolente, se plante delante de la cara para ser desafiante. Si se esconde por los entresijos de las percepciones, puede que intentando evitarlo, uno se escabulla en un espejismo de realidades y sin darnos cuenta, se vaya apoderando de nosotros, milímetro a milímetro, a través  de nuestra piel, hasta que algo nos haga despertar  y sentir. Así, es muy difícil combatirlo de forma rápida o eficaz. Como un buen virus, habrá atacado los puntos débiles y provocará una modificación en el pensar;  tanto, que sus efectos pueden ser devastadores de por vida. Sin embargo, si lo tienes de frente y no quieres  atravesarle  se hará un gigante, un muro inquebrantable y así, será imposible seguir avanzando.

Sin él, no podríamos evitar ciertos peligros; es una cuestión de supervivencia. Pero con él de compañero, todo se magnifica, se convierte en el guardián de los “No”,  de las pegas, las imposibilidades y fiel a su cargo, cumplirá hasta “la muerte” su misión. Quizá sea cuestión de cantidad, de equilibrio, de intuición, de sensatez… Incluso, posiblIMG_0939emente,  de muchas cualidades más, pero ninguna tendría significado sin la clara idea de que sólo el que Vive tiene la oportunidad de ser feliz y sólo venciéndole se podrá conseguir.

Como al niño que tiene miedo de levantarse cuando está aprendiendo a caminar, se le insta para que lo supere y vivencie la genial experiencia de correr, saltar y poder alcanzar su pequeño sueño a través del movimiento, cada adulto se tiene que instar así mismo para lograr a pesar del miedo, su objetivo de vida, aquello que puede hacerle reencontrar, de verdad,  el sentido “trascendental” de  su camino para convertirlo en  el Reto de su madurez.