Muchas veces me sorprendo por cómo se cataloga el arte, cómo es valorado y guiado por las conveniencias y modas del momento. ¿Todo vale? ¿Todo es arte? Francamente pienso que no y posiblemente, si esto lo lee algún postmodernista o amante de los brochazos sin sentido o las palabras mal conectadas, pueda defender a capa y espada que arte, es todo. ¿Sí? También dicen hoy en día que cualquier manera de manifestar un afecto entre dos personas puede ser etiquetado como Amor. Pero no, dejémonos de falsedades y seamos valientes para exponer que algunas obras que se pueden ver en Museos como el Guggenheim no son arte. Allí vi una vez una pizarra descomunal con garabatos que bien los podría haber hecho un niño de 4 años. A mí me pareció una tomadura de pelo. Como en la última ocasión que fui: había una sala con un bidón de hierro lleno de agua. Las personas mirábamos curiosas a ver si salía alguna criatura que nos diera algún sentido a aquello que, en realidad, era todo menos artístico. Pero por más que nos movíamos alrededor de ella (serios y con gesto incrédulos) de ahí no salió nada de nada. Arte es el Edificio, tanto por fuera como por dentro, que hizo Frank Gehry y no creo que nadie lo dude. ¿Qué decir de lo que a veces se expone en Arco? Si aún no han visto el experimento de un cuadro que unos niños de 3 años han hecho y que se ha colgado en la exposición, por favor véanlo. No tiene desperdicio escuchar la cantidad de interpretaciones que los visitantes pudieron decir… que por supuesto iban en la dirección de la profundidad del autor (un señor dijo, que sería un varón mayor). Así que, unos niños que jugaron con sus manos de repente convirtieron su obra en algo, por la que pagarían la friolera de 15000€. ¿No es esto un insulto a los auténticos artistas?

Si bajamos el listón de las realidades, ¿qué tenemos? Si consideramos que todo vale y con ese “vale” podemos hacer todo, ¿qué logramos?.
Lo mismo que para Amar bien y este acto se convierta en un arte se necesitan unos ingredientes adecuados, que están basados en el respeto, la comunicación, la pasión, la lealtad (entre otros cuantos), para hacer cualquier manifestación artística que se precie, se requiere de una pericia, aspecto que es aportado por el don y el trabajo, la capacidad de aprender la técnica y por supuesto, la sensibilidad al mostrarla.

Evidentemente, si la población tuviera más curiosidad para establecer los parámetros de lo que se considera arte y no, posiblemente se subiría el listón de las exigencias y los galeristas o demás personas encargadas de nutrirse muchas veces de la ignorancia, serían más coherentes y respetuosos. Pero el mundo capitalista es feroz y al final señores, no queda otra: es necesario aumentar el nivel de educación y cultura para tener más libertad, pensar con más independencia y elegir con más criterio.