Una lágrima negra
que tiñe de oscuro
la base de tu oro.
Miles de lágrimas negras
que tatúan el océano
de tu sonrisa.
Tanta sal acumulada,
que desborda… hasta el
desierto de tu mirada.
Pero por fin,
se provocó la hecatombe,
el contagio de la cordura…
Y entre miradas y miradas,
se ha frenado la negrura.
Artesanos y artesanas
tintamos de colores
la maligna mancha.
La mantenemos en la frontera.
Y ahora, si hay una cascada,
es brillante, intensa,
purificadora y blanca.