Hoy te homenajeo
con un sencillo momento,
mirando al azul de tus ojos
entre el blanco del cielo
y la espuma del mar.
Hoy te retengo
como cada día
pero un poco más,
oliendo a mar
saboreando tu esencia,
para, al cerrar mis ojos,
elucubrar que te siento,
que ese abrazo es mío
que me reconforta en la distancia.
Eres eterna en mí.
Esa es mi fortuna:
me enseñaste a amar.
¡Gracias mamá!