Con el corazón más presente que nunca, más de lo que jamás uno se puede imaginar. Posiblemente, si tuviéramos la capacidad de recordar la conexión de nuestro primer latido con el de nuestra madre nos asombraríamos de la sensación tan especial que eso nos pudo provocar. Esa primera conexión inconsciente, necesaria por la que uno se liga más allá de la vida, ese ritmo acompasado que nos anuncia que ya siempre estaremos a su lado (quizá no físicamente en algunos momentos) pero siempre se está y si se ha estado maltratado, ese corazón sufrirá más que por un amor maltrecho apasionado.
Hoy por fin puedo expresar lo que supuso percibir ese corazón piel con piel; esta vez no dentro, fuera de ella, pero tan profunamente, tan sensorial y tan amoroso. Ese ritmo acompasado, cada vez más lento, que ante mi mano, se animaba a responder, cada vez más lento y más lento, tan rítmico, en otro compás; bajo y con el arrope de otras manos: cuatro no más, que tocando, acariciando y susurrando, hicimos un coro de despedida. NO recuerdo mi llegada a tu vida, pero tu partida jamás la olvidaré porque tu latido contagió el mío y me acompaña hasta la próxima vez.