Hoy 5 de abril, final de la tercera semana de confinamiento y tras la observación clara que he hecho (sobre todo ayer en que decidí no hacer nada) he de decir que mi emoción está vinculada al CANSANCIO. Me siento como una guerrera que haya tenido que estar en hiperalerta para que los acontecimientos no destruyeran su espacio cotidiano y, por ende, la vida que está llevando. No es solo que yo esté cansada por mi realidad, sino por la perspectiva de la realidad de los otros que se suman a la mía. La mía no la considero tan trascendente y mucho menos si la comparo con la de “nuestros Héroes Cotidianos”: el mantenerse en el campo de batalla de tantos profesionales de la salud y técnicos de Residencias de Mayores (sobre todo en los escenarios donde se producen más víctimas) sé que es agotador para ellos. Muchos se han contagiado en esta semana y sé por mis amistades, que están deseando volver a trabajar. Sé que los que siguen llegan al viernes agotados y necesitan el fin de semana para reponer fuerzas y por supuesto seguir, porque hay que seguir. ¡Siempre hay que seguir!
He percibido el cansancio de personas muy cercanas alrededor, autónomos la mayoría de ellos también y que sienten la desolación de que de repente, un año que se esperaba propicio, les llene de incertidumbre. Es normal –me digo ¿cómo las personas no vamos a estar cansadas? Estas tres semanas han sido un torbellino de emociones y una gran cantidad de personas (la mayoría de nuestro país) que depende de sus negocios para sobrevivir están haciendo encajes de bolillos para poder reinventarse.
Y se me ha venido a la cabeza un ejemplo que a veces pongo a las personas con las que trabajo: lo que pudo sentir el protagonista de Gladiator en la que ese magnífico Ridley Scott hace ver el porqué de luchar, hasta dónde llegan los motivos, el cansancio posterior que tiene la persona en tensión constante y cómo debe replantearse su mente para continuar. Y me imagino el día a día de nuestros profesionales en los escenarios de enfermedad y muerte y les veo con la misma determinación. Eso me da muchos motivos para seguir y vuelve a aparecer la fuerza y que vayan brotando en mi mente otras muchas profesiones de nuestra sociedad que también están aportando con gran coraje.

Me cansa la queja y en esta semana todavía he visto menos la televisión ni he estado atenta a otros medios y ¿cómo expresarlo? ¡Me cansan los discursos demagógicos! La incoherencia también me cansa (aunque esto no es nuevo porque me cansaba mucho antes de esta Emergencia). Y a pesar de esta apatía a veces incluso sueño (sale mi niña interior) que pongo la televisión y sale un comunicado en que nuestros líderes nos digan: “estamos con vosotros y nos vamos a reducir a la mitad nuestros sueldos y por supuesto, nos quitamos las dietas y vamos a hacer con eso un fondo de ayuda a…” Entonces, cuando fantaseo con esto, siento que volvería a creer en la política y me pongo contenta porque concluyo que es cierto, que entre todos lo vamos a resolver… Mi mente realista me dice que eso no pasará… Así que me cansa escuchar a quien no se baja del estrado para ser Pueblo y dar ejemplo de pueblo (tod@s, vaya) y me pongo una serie y …“paso palabra” (porque me repito al igual que en las semanas anteriores, ahora no es momento)
Me he dado permiso para descansar y observarme, para respirar sin hacer nada y dejar que fluyera mi pensamiento, hacer balance de mis esfuerzos e intentar equilibrarlos de nuevo ante la novedad de la situación de confinamiento, de lo que va a seguir durando y cuando lo hago, vuelven a resurgir esas emociones que quieren salir al campo de juego para seguir aportando adaptación: la alegría de poder contar con personas maravillosas en mi intimidad y aunque no sea al mismo nivel, en mi contexto social; la satisfacción de tomarme mis aperitivos virtuales y poder soñar con los lugares donde algún día volveré a viajar con mis amigos; el amor de compartir por vídeo detalles cotidianos con mis hijos o mi hermana; la gratitud de que si me encuentro mal importo y me ayudan (esta semana esto me ha hecho llorar de alegría) y la unión con mis compañeras/o de trabajo, con las que me río y sentimos fuerza. Todo esto me refuerza la prioridad de la vida: la salud y mi empeño por estar y sentirme bien de cuerpo y mente porque sin salud no tenemos nada. Así que me ha gustado decidir estar más pendiente, si cabe, de aspectos de salud física, seguir con la meditación para aportar equilibrio entre ambas ya que quiero recordar este confinamiento con haber mejorado en algo bueno para mí.
Y en esas, tras muchas horas de trabajo, he tenido un momento pletórico, que aconsejo como una gran medicina y fue cuando me mandaron el vídeo de la última versión de “Resistiré”. Me lo puse en esa mañana tres veces, una de ellas me fui a la terraza y me puse a bailar y más por saber que sus beneficios van a Cáritas (y también eso me hizo caer alguna lágrima que creo fue de puro orgullo y la ilusión de pertenecer a la especie humana) Y he de reconocer que por esta canción y por otras, la comprobación de que la MÚSICA es una de las cualidades que hacen al ser humano trascender, curar, amar, sentir, en realidad, y dirigirnos hacia el bienestar me ha ayudado mucho a recuperar las fuerzas de este cansancio. ¡La música! No solo “amansa a las fieras” como sabemos, sino que eleva y alimenta el alma y hoy Domingo de Ramos (cada uno con su interpretación) sería bueno que nos diéramos un regalo de este calibre.
Es cierto, como rescató un compañero de trabajo, que no hay que tener un optimismo irreal, así que termino esta semana con la realidad de que el cansancio ha aparecido. No lo he estigmatizado, lo he escuchado y lo he abordado y ahora lo comparto. Me está permitiendo reestructurar los tiempos y mi mente, mimarme y dejarme mimar (aunque sea virtual). Sabemos que tendremos otros momentos de cansancio, quizá producidos por realidades complejas que tendremos que afrontar, sin duda. El optimismo irreal sería pensar que no llegarán estas situaciones y el optimismo realista está en saber que sí ,que están, pero que vamos a poner a disposición de la situación nuestras estrategias para manejar esta Emergencia lo mejor que podamos y sí, es un reto, pero que con nuestra experiencia ancestral adaptativa podremos afrontar.
Así que estoy satisfecha porque no confundo cansancio con hundimiento. Lo segundo me daría muy pocas fuerzas para comenzar mañana la cuarta semana y creo firmemente, que manejando el cansancio físico-mental, saldremos lo mejor posible de esta situación. A por el lunes santo (eso sí, con música que eleve el ánimo y buena compañía para compartir)