Este mes de octubre, pasedizo del otoño, está siendo convulso. Tendría que revisar las noticias de hace un año, para comparar las tragedias que nos sirven de entremeses a la hora de comer. Internamente, sí recuerdo mi propio drama, al que le podría poner hasta los minutos exactos. Pero ahora, percibo la tela informativa como un laberinto bien estudiado de impacto y todo se repite, día a día. Dicen que hay que estar informados, que tenemos que saber del mundo, que tenemos que removernos y tenemos que ser activos. Nos lo dicen, nos lo enseñan y a la par ¿nos anestesian? Ponemos las noticias y nos desgarramos de la miseria de un ser humano que lo único que tiene diferente es haber tenido la mala suerte de nacer donde lo ha hecho. Nos indignamos de las vallas y los muros y nos asustamos de un recuerdo no tan lejano fraguado a base de aberraciones,  que seguramente ni los alemanes ni otros ciudadanos pensarían  que podrían vivenciar de nuevo jamás. Y cuando pasan los 45 minutos…como autómatas, pasamos a otro plano. ¿Será una segunda dosis de nuestra anestesia?  Y parece tan absurda la comparativa entre si se es independiente o si una persona se muere en el fango…que me bloqueo. Entonces, dicen que cada cosa requiere algo diferente, que todo es importante.

Ahora, esos entremeses no siempre son los mismos. Parece que los tenemos de temporada, como las verduras. Pero  ¿qué hacemos con ellos? ¿Ser meros agentes pasivos? Nuestra mente se acostumbra a todo y por hábito, el contenido va perdiendo el valor de lo extraordinario. No vale, por tanto, que nos vendan la mejor foto, la noticia más rápida e intensa. Sería una novedad encontrar ideas prácticas y actos reales (incluso colectivos) planes y hechos con los que sentirnos útiles.