De repente, recibí la caricia más suave y húmeda;
silenciosa y expresiva;
Sincera y efusiva.
Me dejé querer porque era de lo más hermoso.
Sin más, sin conocerme te volcases en mi persona,
sin exigir nada a cambio, sin preguntar.
Sólo, supiste que ansiaba un abrazo, un gesto leal.
De repente, me alegraste la vida
y me invitaste a jugar.
Un espectáculo de color y fuerza,
de energía y vitalidad.
De grupo, de afabilidad.
Yo, me dejé querer para vivir la experiencia,
para contagiarme de ti y tus compañeros.
Me convertí en uno más e
inundaste mi alma de alegría,
de besos y de esperanza.
¡Ojalá fuera agua para acoger a todas horas
vuestra naturaleza sana, limpia y por supuesto,mucho más “humana”!